¿Cómo
contaría un cronista imaginario lo sucedido en Jerusalén los días
siguientes a la muerte de Jesús? El siguiente relato ficticio intenta
dar una respuesta.
Domingo,
9 de abril del año 30.
Crónica de urgencia de nuestro corresponsal en Jerusalén.
Algo
extraordinario ha sucedido esta mañana en Jerusalén. Jesús de Nazaret,
de quien hemos ido informando en nuestras anteriores crónicas, y que fue
crucificado y muerto por orden del Gobernador romano Poncio Pilato el
pasado viernes, ha resucitado. Su cadáver ha desaparecido de forma del
todo inusual del sepulcro en el que había sido depositado, y sus
seguidores aseguran que ha resucitado y que han tenido varios encuentros
con él.
Este
corresponsal fue testigo directo el pasado viernes de la muerte de Jesús
de Nazaret en la cruz. Respecto a que murió no existe duda posible, pues
lo pudimos comprobar personalmente. Gracias a la amistad con uno los
seguidores del Nazareno, este corresponsal fue testigo directo del
traslado de su cadáver desde el Gólgota, lugar de la crucifixión, hasta
el sepulcro. Allí el cadáver fue colocado envuelto en una sábana nueva.
Según
ha podido saber este corresponsal, esta mañana, a primera hora, algunas
mujeres fueron a visitar el sepulcro y, con gran sorpresa, se
encontraron con que el cuerpo había desaparecido. Sin embargo, la sábana
que había envuelto el cadáver permanecía en la misma posición en la que
había sido colocada, pero caída sobre sí misma, como si el cuerpo se
hubiera volatilizado. Luego otros seguidores de Jesús también han
llegado al sepulcro, y han quedado tan sorprendidos como las mujeres.
Pero
eso no es todo. Un numeroso grupo de los seguidores del Nazareno han
afirmado a este corresponsal que han tenido diversos encuentros con
Jesús resucitado. Primero fue una de sus seguidoras. Después se apareció
a Simón, que es el principal discípulo de Jesús. Pero luego Jesús
resucitado se apareció a todos ellos.
Este
corresponsal, ha podido acceder esta mañana al sepulcro de Jesús y ha
podido comprobar con sus propios ojos la desaparición del cuerpo y la
extraña posición de la sábana, caída sobre sí misma. Hemos comprobado
que en la sábana existen manchas de sangre. Pero lo más sorprendente es
que en ese lienzo hemos podido ver impresa la imagen de Jesús. Al lado
de la sábana hemos visto enrollado el sudario que se utilizó para
cubrirle la cabeza, al trasladarlo desde la cruz al sepulcro. Al ver la
posición de la sábana y las huellas existentes en ella, a este
corresponsal no le cabe ninguna duda de que algo excepcional ha ocurrido
hoy en Jerusalén, algo decisivo para todos, de lo que seguro que se
seguirá hablando de ahora en adelante.
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11 de abril del año 30.
Crónica de nuestro corresponsal en Jerusalén.
Han
pasado ya unos días desde que enviamos nuestra crónica de urgencia en la
que anunciábamos la sorprendente noticia sobre la resurrección de Jesús
de Nazaret, el maestro galileo crucificado unos días antes por orden del
Gobernador romano Poncio Pilato. Durante estos días hemos continuado
nuestra indagación sobre lo ocurrido.
Por lo que hemos averiguado, la detención de Jesús se precipitó el
jueves 6 de abril por la noche gracias a la traición de uno de sus
discípulos, un tal Judas, que delató su paradero a los soldados del
templo. Unas semanas antes el Sanedrín se había reunido en secreto y, a
instancias del sumo sacerdote, se decidió que debía acabarse con Jesús
de Nazaret, por lo que se dieron órdenes para que se descubriera su
paradero y se procediese a su detención. La traición del tal Judas dio
lugar a que se precipitara el apresamiento, ya que ofreció información
detallada sobre un lugar en el que podía llevarse a cabo sin riesgo
alguno de provocar un tumulto entre sus seguidores. Es así como se llevó
a cabo la detención. Tras un breve interrogatorio, el sumo sacerdote
trasladó al detenido ante Pilato y lo acusó de traición al César, para
asegurarse así una condena a muerte. Lo demás ya lo conocen nuestros
lectores: el viernes Jesús de Nazaret fue crucificado y murió en el
lugar de la ejecución, llamado Gólgota.
Hemos
conocido también la trágica muerte de Judas, el discípulo traidor. Poco
después de conocer la condena a muerte de Jesús, Judas tuvo
remordimientos y puso fin a su vida colgándose de un árbol.
Ya
dimos en nuestra anterior crónica cumplida información del hallazgo del
sepulcro vacío, del cual nosotros mismos fuimos testigos. En relación
con ello sólo podemos añadir que hemos tenido de nuevo ocasión de
examinar la sábana que cubrió el cuerpo de Jesús y que hemos visto no
sólo las manchas de sangre, sino cómo en la tela ha quedado impresa la
imagen de Jesús. Este lienzo, así como el sudario que cubrió su cabeza
en el desplazamiento desde el Gólgota al sepulcro, han sido conservados
por los seguidores de Jesús, que los han escondido en un lugar seguro.
Hemos
podido ampliar noticias sobre los encuentros que los seguidores del
galileo dicen haber tenido con Jesús resucitado. Parece confirmarse que
los primeros testigos han sido unas mujeres que se dirigían a primera
hora de la mañana del pasado domingo al sepulcro. Sabemos también con
seguridad que luego se apareció a Simón, que es el primero de los
discípulos de Jesús. Más tarde, el mismo domingo, Jesús resucitado se
apareció a casi todos los discípulos, que se encontraban escondidos en
un lugar de Jerusalén. También he podido conversar con otros dos
seguidores que tuvieron un encuentro con Jesús resucitado cuando
abandonaban Jerusalén y se dirigían a Emaús.
He
hecho algunas indagaciones entre las autoridades, para saber qué
opinaban sobre todo esto. Los funcionarios romanos con los que he podido
hablar no quieren saber nada del asunto: para ellos la sentencia ha sido
ejecutada correctamente y Jesús de Nazaret está muerto. En cambio, entre
el personal del Sanedrín existe mayor nerviosismo. De hecho, no han
negado que el sepulcro esté vacío, pero su versión es que los discípulos
de Jesús han robado el cuerpo. Sin embargo, yo he visto cómo quedó en el
sepulcro la sábana que cubrió el cuerpo de Jesús, y ni su posición ni
las señales que hay que ella son compatibles con la teoría del robo.
Ampliaremos
la noticia en posteriores crónicas.
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16 de abril del año
30.
Última crónica de nuestro corresponsal en
Jerusalén.
Esta es la última crónica que envío
como corresponsal en Jerusalén.
En mis dos crónicas anteriores
relaté la sorprendente noticia sobre la muerte en cruz de Jesús de
Nazaret, el posterior hallazgo del sepulcro vacío y las noticias sobre
su resurrección y los encuentros que habían tenido con él alguno de sus
seguidores.
Estos días los he pasado junto a
uno de los seguidores de Jesús, al que conozco y aprecio desde hace
tiempo. Gracias a ello he podido confirmar todo lo que relaté en mis
anteriores crónicas. He podido ver el madero en el que los
romanos inscribieron la acusación que motivó la condena en la cruz:
“Jesús el Nazareno, rey de los judíos”. Al retirar a Jesús de la cruz,
las personas que lo hicieron tuvieron que llevarse esa inscripción con
la acusación, que, por las prisas del momento, dejaron también dentro
del sepulcro. Al hallar luego el sepulcro vacío, los seguidores de Jesús
han conservado este trozo de madera, que lo tienen ahora guardado a buen
recaudo. Yo he podido verlo. La inscripción está escrita primero en
hebreo, luego en griego y en tercer lugar en latín. La inscripción debió
hacerla alguien poco habituado a la escritura griega y latina, pues
los textos en griego y latín están escritos de derecha a izquierda, como
se hace con el hebreo.
Mi amigo me ha hablado estos días de las
enseñanzas de Jesús y de las numerosas curaciones que efectuó antes de
ser apresado y ejecutado. Durante el tiempo en que convivieron con
Jesús, según me contó mi amigo, se preguntaron a menudo sobre quién era
en realidad aquél hombre por quien lo habían abandonado todo y a quien
habían estado siguiendo por Galilea y alrededores durante unos años.
Unos lo consideraban un profeta, otros Juan Bautista
resucitado, otros el Mesías. La muerte en la cruz supuso, en una
primera percepción, el fracaso de esas expectativas; por eso en el
momento de la detención los apóstoles abandonaron a Jesús y huyeron.
Sin embargo, pocos días después de la muerte en la cruz, han
hallado el
sepulcro vacío y han tenido diversos encuentros con el resucitado. A la
luz de la resurrección la pregunta sobre la identidad de Jesús tiene
para ellos una clara respuesta: Jesús es el Mesías, el
Hijo de Dios.
Poco a poco, gracias a mi amigo, he
ido conociendo y admirando a Jesús de Nazaret. Sin saberlo, sin
pretenderlo, algo estaba cambiando en mi vida.
Ayer por la tarde yo estaba junto con un grupo
numeroso de seguidores de Jesús en un lugar cercano a Jerusalén. Tal y
como es habitual en ellos el primer día de la semana, se habían reunido
para recordar la última cena de Jesús, que tuvo lugar el jueves 6 de
abril. En la última cena Jesús tomó el pan y lo repartió entre sus
discípulos diciendo que ese pan era su cuerpo que se entregaba por
ellos. Luego tomó el cáliz con el vino y lo dio también a sus discípulos
diciendo que ese era el cáliz de la nueva alianza que se sellaba con su
sangre.
Entonces, estando yo presente junto
al resto de seguidores, ha sucedido. De repente todos hemos visto cómo
un hombre se ha aparecido ante nosotros. No ha sido un fantasma o un espíritu.
Hemos percibido con nuestros sentidos que se ha materializado un ser en
forma corpórea, aunque con un cuerpo dotado de características distintas
a las de nuestro cuerpo mortal.
He visto en sus manos, en sus pies y en su costado las huellas de las heridas
padecidas en la cruz.He contemplado su rostro. Yo fui testigo del traslado del cuerpo sin vida de
Jesús desde el Gólgota al sepulcro. Por eso puedo decir que aquél que
se nos ha aparecido es Jesús resucitado.
No encuentro palabras para
describir lo que nos ha sucedido. He sido testigo de algo extraordinario.
Jesús muerto en la cruz ha vencido a la muerte y se ha presentado ante
mi y ante mis compañeros para darnos la buena noticia. Jesús resucitado me ha
mirado a los ojos. Y ha sido él el que me ha dado el mensaje que acaba
de dar un giro a mi vida: "Ve por el mundo entero y proclama ante todos
los pueblos esta buena noticia".
Ahora yo también soy un seguidor de Jesús. Dejo mi ocupaciones
y mi puesto de corresponsal, y me voy con un grupo de discípulos,
que desde Galilea sale hacia el norte, a proclamar la buena
nueva.